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Scholastique Mukasonga, escritora ruandesa: "Yo era la memoria de mi familia veinte años antes del genocidio. Tenía que volver a darle cuerpo y sepultura a los míos"

La editorial Minúscula publica en español 'Nuestra Señora del Nilo', un preludio del genocidio perpetrado por los hutus contra los tutsis en el país natal de la escritora

Madrid

Tenía que vivir. Sin ella, no habría quien guardara la memoria de su familia, la de su pueblo, la de un país dividido artificialmente por la colonización belga, esa que sembró durante años el odio, la deshumanización de los hutus hacia los tutsis; "el auténtico pueblo mayoritario" y los inyenzi, las cucarachas. El culmen de ese odio fue el exterminio de un millón de personas. Pero después del genocidio no se puede hablar. Una enmudece. Por eso Scholastique Mukasonga pasó años hasta poder ponerle palabras al dolor. En Ruanda la historia se transmite de forma oral, pero la suya tenía que quedar plasmada en papel para que, al menos en un lugar del mundo material, su familia tuviera una sepultura.

Mukasonga, que no es su apellido sino el nombre que le dio su padre Cosma, se llama también Scholastique porque sin tener nombre de bautismo no se podía estudiar. Ese fue uno de los motivos por los que ingresó al liceo Nuestra Señora de Citeaux de Kigali, donde estudiaba la élite femenina ruandesa. Pero sobre todo por las cuotas que permitían a los tutsis acceder a las instituciones. Formaba parte de ese diez por ciento admitido para "ser civilizado". Inspirándose en su experiencia sufriendo "la auténtica discriminación, sin paliativos" en esa escuela nació 'Nuestra Señora del Nilo' (Mínúscula). Aunque esta es su primera novela de ficción, Mukasonga había escrito antes con la editorial Gallimard tres libros puramente autobiográficos: 'Inyenzi ou les cafards', 'La femme aux pieds nus' e 'Iguifou'.

"Vas a vivir cuando a nosotros nos maten"

"No tienes derecho a morir, vas a vivir cuando a nosotros nos maten, eres nuestra memoria", le dijo su padre en 1973. Esa misma noche, salió a pie con rumbo a Burundi, donde pasó su primer exilio. Durante esa año fue que se comenzó a gestar el camino hacia el exterminio en Ruanda, aunque en las décadas anteriores ya se había concentrado y asesinado en masa a tutsis. El país había sido dividido por los colonos belgas desde 1931 a través de un carné de identidad que legislaba las diferencias entre hutus, tutsis y batwas o pigmeos. Era tal la artificialidad de la separación, pues no provenía por una cuestión étnica, sino profesional. Los hutus eran agricultores, los tutsis ganaderos y los batwas alfareros. La fijación que los europeos tenían con los tutsis era su supuesto origen egipcio, asemejándoles a deidades incluso. Esa fue una de las semillas que sembraron el desprecio de los hutus hacia los tutsis, la del favoritismo. Durante décadas, se hizo caso omiso a las condiciones de vida deplorables en las que vivieron los tutsis en Ruanda. Entonces vino el fin cruel de esas vidas. El 7 de abril de 1994 comenzó el genocidio. En 100 días fueron asesinados en torno a un millón de tutsis, cuyos restos mortales siguen apareciendo a día de hoy en fosas comunes.

Fue a través de la televisión como Mukasonga pudo ver lo que sucedía en un país que había dejado mucho tiempo atrás. Vivía desde 1992 en Francia, donde hablar la lengua le había permitido instalarse en el país en donde sigue viviendo hoy día. Sus padres sabían que dentro de su formación, el francés sería su "pasaporte universal", aquello que le permitiría huir de un destino que parecía ineluctable para su pueblo. Además, su labor como trabajadora social también le permitió algo fundamental para poder desarrollar después su carrera literaria: el registrar por escrito datos metódicamente.

"Yo era la memoria de mi familia veinte años antes del genocidio". Por eso Mukasonga volvió a Ruanda en 2004, donde buscó entre sus recuerdos y en la devastación que encontró en su país aquello que le permitiría escribir de su familia. "Tenía que volver a darle cuerpo y sepultura a los míos. [...] Sacarlos de ese estatus de cucaracha. Porque habían muerto, pero habían muerto como seres humanos".

Fernanda Fernández

Fernanda Fernández

Redactora y productora en 'A vivir que son dos días' desde 2022. También produce 'Segunda Acepción'.

 
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