El colista destroza a un pésimo Sporting

El movimiento se demuestra andando. La competitividad, compitiendo. No con mensajes, promesas ni conjuras, sino en el césped. Y los conocimientos futbolísticos, durante los partidos, sobre todo cuando hay que encontrar soluciones a los problemas. El Sporting hace tiempo que dice más de lo que hace (prácticamente toda la segunda vuelta) y este domingo acabó de confirmarlo. El último (que ya ha dejado de serlo), un Villarreal B que solo había ganado un partido fuera de casa en toda la temporada, le sacó los colores al Sporting. Le humilló, endosándole un 0-3 que pudo ser perfectamente un 0-6. Todo ante los ojos de un Molinón atónito, que pareció más resignado que enfadado (salvo al final) y de un Ramírez que tampoco hizo nada para cambiarlo. Negar la evidencia es inútil: este equipo sobrevive de las rentas de una primera vuelta superior a las expectativas y de que los demás le perdonen la vida, pero su nivel actual está por los suelos. Y la oportunidad de oro que tiene enfrente se puede escapar sin remedio.

Fue el Sporting un pelele a manos de un equipo que lejos de su campos había sumado un punto en toda la segunda vuelta. Defensivamente el equipo es una ruina: si no le cayeron seis goles fue porque la madera lo impidió (en dos ocasiones) y porque los delanteros del Villarreal B perdonaron alguna ocasión de libro. Defendiendo así, el Sporting no puede competir ni con un rival de dos categorías más abajo.

Por no haber, no hubo ni arreón inicial del Sporting. Fue un arranque igualado, con llegadas para ambos. No era el escenario ideal; no era el gijonés aquel equipo que antes mordía y acogotaba al rival desde el minuto 1. ¿Dónde quedó aquello?

Aquel Sporting que era una roca en defensa es ahora una ONG. Un desastre intolerable. En el primer gol Novoa hizo lo que quiso en la banda derecha, dejó en evidencia a Cote, y su pase atrás fue aprovechado por Forés sin oposición alguna de los centrales. Una jugada esperpéntica. Ontiveros, que fue ovacionado por El Molinón en el momento de su retirada, dio la puntilla al Sporting con un disparo que se estrelló en el palo y entró. El flan colectivo pudo coronarse con una cesión de Insua a Yáñez que se quedó corta y casi aprovecha Rodrigo para marcar. Se resistió el tercero, que pudo llegar en la recta final de la primera parte, pero primero Forés, tras un taconazo de Pau, y luego Ontiveros en un lanzamiento de falta estrellaron sendos balones en la madera. El Sporting, que ni se acercaba al área rival, solo fue capaz de intentarlo en el contragolpe de esa última falta, con un lanzamiento de Roque Mesa desde campo propio.

Impávido en la zona técnica, no consideró Ramírez que tuviera que hacer una gran revolución a pesar del desastre que tenía entre manos. Su única decisión al descanso fue cambiar de lateral derecho: Pascanu (amonestado) por Guille Rosas. Sin complicarse la vida; total, ¿para qué?

Reacción, ninguna. El Sporting siguió a la deriva hasta el final. Quedó claro cuando nada más iniciarse la segunda parte Romero, sorteando jugadores rojiblancos como si fueran conos, con pared incluida, se plantaba con facilidad pasmosa delante de Yáñez. Luego sería Novoa quien perdonaría el gol, mientras el Sporting apenas tenía más argumentos que algún remate de cabeza de Mario González. Djuka solo se fajaba, pero no aportó nada en ataque. Gaspar y Queipo, tampoco.

En el 78 Ontiveros se disfrazó de Messi y el Sporting de equipo menor. Diego Sánchez trató de salvar el asunto y su despejo lo recibió Forés para marcar el tercero y provocar la estampida de parte de El Molinón. El resto se quedaron hasta el final, algunos para mostrar su desesperación con el pitido final tras una de las imágenes más dantescas que se recuerdan en mucho tiempo. El equipo, por mucho que lo nieguen, sigue en un bache competitivo extremo y para salir de ahí hacen falta soluciones futbolísticas, no conjuras ni golpes en el pecho. ¿Las hay?